viernes, 9 de septiembre de 2011

Por sus frutos los conocereis

¡Parece mentira que la JMJ, aquello que tanto hemos preparado y esperado, haya terminado!
Algunos todavía andarán recogiendo material logístico, otros siguen recopilando fotos, las bellas palabras del Papa, videos llenos de imagenes, música, y así un largo etcetera (que por cierto, viene de la expresión latina et caetera, que me acabo de enterar). Por supuesto, no puede faltar dar Gracias a Dios
Pero, ¿eso es todo?
Si, y no... Me explico. No, por que quedan grandes y no siempre tan visibles frutos de fe, esperanza y caridad de tanta gente que, o bien se ha encontrado con Cristo por primera vez, o ha reafirmado esa fe que antes le costaba reconocer como aquello que da sentido a su vida. También se pueden encontrar frutos de vocaciones, compromisos de servicio a la Iglesia y al mundo... Todo esto que intuimos, no podemos recogerlo y guardarlo, pues para empezar, cuantificarlo es imposible y para terminar, el tiempo de la siega, solo lo conoce Dios.
Los frutos de esta JMJ son para el mundo, han surgido del árbol del cruz de Cristo y pueden ser tomados para alimentar una esperanza real, un amor vivo por cada una de las personas desde una fe enraizada en la fe del sucesor de Pedro.
La imagen del árbol no puede ser más significativa: El árbol del escenario de Cuatro vientos, la palabra "Arraigados" del lema de la Jornada, y la inmovilidad (como si de un árbol se tratase) del Papa y de todos los jovenes, ante la tempestad de la Vigilia del sabado, pues el Señor, que quería que no nos faltase de nada, nos mandó una lluvia que regase y bendijese todo aquel bosque, para mostrar que, a su lado y unidos a la Iglesia, no podemos temer ni al mundo, ni al futuro, ni a nuestra debilidad.
Y es que aquella semana fué un no tan pequeño laboratorio, donde comprobamos cuales son los frutos del perdón, de la esperanza, y cuales son los del odio y el prejuicio, siempre irracional, pero a lo que solo nos es lícito responder como amor y paciencia, también ofreciendo un dialogo fraternal y racional.
No, no es cuestión de que nos dejen en paz, que nos respeten y punto, sino que conozcan nuestro testimonio real, personal, de verdad (de la Verdad, que es Cristo).
A fin de cuentas, nuestros frutos (nosotros mismos, nuestra Vida) están para alimentar a otros.